Por Marcos Ros
Fundación Canal (Del 6 de octubre de 2016 al 8 de enero de 2017)
I don’t photograph life as it is, but life as I would like it to be.
Robert Doisneau
Robert Doisneau (Gentilly, Francia, 1912 – 1994, Montrouge, Francia) es uno de los fotógrafos más relevantes del siglo XX. Junto a Henri Cartier-Bresson, es uno de los máximos exponentes de lo que se ha denominado fotografía humanista y pionero del fotoperiodismo. Influenciado por André Kertész, Eugène Atget y el propio Cartier-Bresson, en más de una veintena de libros recogió una visión cándida de la fragilidad de la vida humana como una serie de momentos tranquilos e incongruentes.
Algunas de las fotografías más memorables de Doisneau fueron tomadas después de la segunda Guerra Mundial. Se dedicó a la fotografía de forma independiente, realizando trabajos y vendiendo fotografías a la revista Life y a otras revistas internacionales. Se unió brevemente a la agencia fotográfica Alliance, aunque finalmente, en 1946, volvería a la agencia Rapho donde permanecería durante el resto de su vida. También recibiría una invitación de Cartier-Bresson para incorporarse a la prestigiosa agencia Magnum Photos, aunque declinaría la oferta.
La exposición dispuesta en la Fundación Canal sobre este enorme referente del fotoperiodismo y de la fotografía urbana no deja un buen sabor de boca. Aunque desde la entrada de la misma, se advierte que no se le ha intentando ser una estructura bien definida, puesto que la intención es mostrar “La belleza de lo cotidiano” teniendo presente que Doisneau no trabajaba bajo el concepto de proyecto, lo cierto es que dentro de ese caos de imágenes que se nos muestra, uno considera que la elección de las fotografías se realiza totalmente al azar y de forma aleatoria. Tampoco ayuda la disposición de las luces, a veces a espaldas de los visitantes generando sombras que oscurecen y ocultan las fotografías; ni la elección de la cartelería para señalar títulos y fechas. En este caso, se trata de una mera cinta de papel adhesiva con el título y la fecha sin mostrar dimensiones, tipo de reproducción y si es original o copia moderna.
Sin embargo, sí que se muestra un Doisneau con cierta intencionalidad, más allá del instante decisivo que se omite pero que se intenta mostrar en la exposición. Como ejemplo, tenemos la serie del tráfico en la Place de la Concorde de París donde se percibe un trabajo y una intención previa muy bien definidas desde el principio de la serie. Un proceso de elaboración que se trata de obviar durante toda la exposición. Doisneau gana en profundidad en este momento, cuando las imágenes tienen cierto empaque como se mostrará posteriormente en su trabajo a color sobre Palm Springs. Sin embargo, la elección y la conjunción de las fotografías es desacertada puesto que pierden entidad. Así, la famosa fotografía del beso (Le baiser de l’hôtel de ville) se encuentra en una sala junto a otras fotografías más formales como unos adoquines o unas chimeneas, junto a unas fotos de bodas y cabarets que se pierden como conjunto siendo un total desastre a la hora de dar ritmo a la muestra.
Como punto fuerte de esta exposición, la serie correspondiente a Palm Springs nos muestran a un Doisneau que no se asemeja en nada al que se muestra en blanco y negro. Aunque se señala en la muestra que Doisneau trabajó muy poco el color porque desconocía sobre su durabilidad y porque el proceso de relevado era mucho más lento; el trabajo de Palm Springs ofrece a un Doisneau que controla la composición y el color, que es capaz de dar una estructura en el mensaje que no se nos había señalado previamente y que en definitiva aumenta la potencialidad de esta enorme figura del fotoperiodismo en una selección de fotografías que había resultado totalmente decepcionante hasta ese momento.